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RESEÑA: «Tenemos la carne» – Una crítica a la sociedad mexicana escondida en una cinta de terror cósmico

Desde hace un par de años tengo la costumbre de pasar el mes de octubre viendo una película de terror al día. Esto se logra en mayor o menor medida, pero por lo general consigo ver entre 28 y 30 películas sin problemas. Esta primera semana he visto un par de cintas que van desde los slashers más típicos hasta una película de culto animada que inspiró a series como «Hellsing».

Como quiero escribir un artículo semanal sobre alguna película que haya visto, me pareció buena idea ver una película mexicana para empezar este mes de recomendaciones de terror. Lo que no me esperaba era encontrar a una película que mezcla el terror lovecraftiano y el terror psicológico con una película que bien pudo dirigir Robert Eggers o Jordan Peele, pero que en cambió fue el debut de un director mexicano al que habrá que tenerle un ojo encima desde ahora.

«Tenemos la carne» es una película del año 2016 dirigida por Emiliano Rocha Minter y protagonizada por Noé Hernández, Diego Gamaliel y María Evoli. La película nos cuenta la historia de Mariano, un ermitaño que vive entre los restos de un complejo de departamentos en la capital de México. Su excéntrico estilo de vida se verá alterado cuando lleguen a su hogar Fauna y Luciano, 2 hermanos que han recorrido la ciudad en busca de refugio y cuya relación cambiará cuando conozcan mejor a su nuevo anfitrión.

Lo que empieza como una especie de cinta al estilo invasión del hogar no tarda mucho en convertirse en un experimento visual y narrativo sobre las consecuencias de la soledad en una mente que hace mucho ha rechazado su propia humanidad y su moralidad. Sin embargo, dentro de su propia locura se esconde un mensaje sobre cómo la sociedad mexicana se ha esforzado por ignorar todos los problemas sistémicos que orillan a las personas a vivir en situación de calle.

Durante gran parte de la película vivimos con la incertidumbre de que nos encontramos en un México post apocalíptico debido a la llamada «sociedad deteriorada» a la que hacen referencia en la cinta. El giro final, y el mayor golpe de realidad, es que no nos encontramos en un México mágico o futurista, sino que nos encontramos en el México del día a día, donde se ignora a los marginados, a las personas sin techo, a las personas trans, a las personas con problemas mentales.

Todos ellos se ven obligados a vivir en una especie de mundo fantástico en donde las reglas de la sociedad ya no son viables. En donde las autoridades no tienen valor alguno y son vistas como residuos patéticos de un sistema que los utiliza como meras herramientas, y que acaban funcionando como un objeto más, ahora para aquellos que otrora sufrieron sus maltratos.

 

Pasando al tema de las actuaciones, de entre la maravilla de elenco cabe destacar a Noé Hernández como Mariano, un personaje que funciona como figura paterna, verdugo, observador y como una especie de jesucristo pervertido por la soledad. En más de una ocasión su sola presencia nos hará desviar la mirada y contemplarlo como el fallo más grande de la sociedad mexicana moderna, al mismo tiempo que nos causa un gran orgullo y curiosidad debido a sus firmes, aunque cuestionables, creencias.

El par de hermanos tampoco se quedan atrás. Actúan como 2 adolescentes perdidos tanto literal como metafóricamente. Los años de represión hacia Fauna por el solo hecho de ser mujer la convierten en la primera víctima de su nuevo estilo de vida, entregándose por completo a un mundo en donde ya no existen los roles de género y puede hacer y deshacer lo que sus deseos le manden.

Visualmente, la película no es menos agresiva. La exposición constante de genitales masculinos y femeninos no es más que una muestra de la falta de cualquier regla moral y social. La supuesta reconstrucción del vientre materno funciona como una referencia a como la entrada a este nuevo mundo significa para los recién llegados: un nuevo y espectacular nacimiento.

El mayor problema que tengo con la película, y que se puede extrapolar a la mayoría de películas mexicanas modernas, es la calidad del audio, que por momentos es demasiado fuerte y por momentos demasiado bajo. Aunque podría tratarse de una decisión artística, la verdad es que es un caso más de algo que se ha repetido constantemente en muchas películas como para ignorarlo.

«Tenemos la carne» es una mezcla de terror psicológico, terror lovecraftiano y crítica social. Aunque puede volverse densa en ciertos momentos, los constantes movimientos bruscos de cámara o del reparto provocan que no quieras apartar tus ojos de la pantalla para no perderte ningún momento de esta aventura. En conclusión, la recomiendo mucho si eres fanático de cintas como «The Lighthouse» o «Get Out».

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